lunes, 4 de julio de 2011

GUÍA DEL TINTO CALLEJERO EN COLOMBIA

Nota importante: en Colombia, el país de las tres cordilleras y de los dos mares, razón que hace que sea muy proclive a los temblores de tierra y a los paseos a tierra caliente, se le llama “tinto” a un café negro, por lo general servido en pequeños vasitos desechables, que, por favor, no vaya a tirar en las calles, aunque las canecas no sean muchas y tenga que caminar muchas cuadras hasta encontrar alguna, repleta de basura hasta el tope.

Después de haber estado muy lejos en estas ciudades visibles, por allá en Rusia Oriental, volvemos a la tierrita, a hablar de Colombia, esta vez para compartirles Una guía para el tinto callejero en Colombia, la cual será de mucha utilidad para todos los turistas que nos visitarán por esta copa mundial sub-20 que se aproxima o también para los nacionales que cambian de ciudad por algún motivo laboral o de viajes internos. Deben saberlo, comprar un tinto en la calle es un verdadero placer que puede usted degustar con sólo un decimo de un dólar en cualquier calle de mi país. Aquí va la guía.

EL TINTO CALLEJERO EN BOGOTÁ D.C.

El tinto callejero en Bogotá es el que presenta la mayor cantidad de parafernalia: sus vendedores son los más organizados del país y los podrá ver usted por las calles con uniforme y todo, con un tanque enorme en la espalda, que le quema la columna vertebral de a poco, o con su debido carrito donde lleva más de una variedad de café y otras bebidas calientes: tinto, aromática, maicena (es una bebida de fécula de maíz con leche) y pericos (no se asuste, se dice que Colombia puede ser llamada Cocalombia, pero no es este el caso, se trata de un café con leche pequeñito, que no sé a quién se le ocurrió bautizar con este nombre). Entonces, como decíamos, con la descripción anterior, ya sabrá usted identificar quién vende tintos, el cual es el primer paso para que lo compre.
El tinto callejero de Bogotá puedo certificar que es el peor del país. Lo digo con toda la autoridad al respecto, porque lo primero que hago al llegar a cualquier ciudad es mi país es probar el tinto callejero. El de Bogotá es aguao (es decir, tiene mucha agua y poco café) y se les da la malísima idea a sus productores de endulzarlo con panela. Lo peor es que es endulzado a priori, sin saber si la cantidad de dulce con la que queda es la ideal para la persona que lo va a tomar. Si no es endulzado con panela, lo endulzan con azúcar en algunas ocasiones, pero por lo general el dulce con el que queda no es el mejor, además, hace que los diabéticos no se puedan tomar un tintico porque ya tiene azúcar.
Hay que decirlo: el tinto callejero en Bogotá está pordebajeao y, si lo analiza bien, los amigos “bien”, aquellos que frecuentan Juan Valdez, verán mal que usted tome tinto en la calle. Pero, si usted es un buen turista o visitante nacional, por favor, debe tomar tinto en la calle, es como comer comida callejera es La India, es una experiencia que hace que el viaje valga la pena. Otra razón por la cual esta experiencia puede estar pordebajeada es por la abundancia de cafés en la ciudad de Bogotá, cosa que no pasa en otras ciudades del país. No deje de hacer una cosa por otra: vaya y tómese un tinto en un café (será una buena experiencia), pero también tómese otro callejero, verá los contrastes de este país con su propia boca.
DÓNDE TOMARLO: En la Séptima con Parque Santander, tenga cuidado con otros pedidos.
CUÁNTO CUESTA: de 300 a 600 pesos (menos de un cuarto de dólar le alcanzará), si va a un café el tinto le costará un poco más de un dólar.
RANKING DEL TINTO EN BOGOTÁ: ★★ ☆☆☆ (sólo dos estrellas).
Esperen pronto la guía para Cartagena de Indias, Medellín, Barranquilla y Santa Marta.

martes, 10 de mayo de 2011

LA CIUDAD MÁS EXTRAÑA DEL MUNDO

La ciudad más extraña del mundo puede ser Vladivostok, en el alejado territorio de Primorsk en Rusia, en un sitio llamado Bahía del Cuerno de Oro. Se encuentra a más de 7000 kilómetros de su capital (me pregunto si sus citadinos se sienten representados por el poder centralista, como puede pasar en Colombia). Además, las fronteras están tan cerca de la ciudad que, no sé porqué lo presiento, influyen en la personalidad de ésta: China (óigase bien, nada más y nada menos que esa maricadita) a menos de 100 kilómetros; Corea del Norte, paraíso comunista, a menos de 150; y Japón, paraíso consumista, a menos de una hora en avión o menos de quince horas en barco.

Lo peor es que, parece, ese pedazo de Rusia es Europa (de la manera en que Rusia lo puede ser o díganme si conocen a alguien que vaya a Rusia y no diga que “viaja a Europa” o díganme si Dostoievski y Tolstoi no son autores europeos, de los mejores y menos aburridos), y los chinos van a trabajar a la ciudad, y los coreanos norteños también, con el fin de sentir un poco la calidez del occidente europeo. No sé cómo se puede pensar esto, estando en la ciudad, después de una jornada de trabajo, siendo un obrero oriental mongoloide que trabaja en una ensambladora de autos en Rusia o en una inmensa y espantosa empresa de metales, sentado en un Mc Donalds, comiendo una espantosa hamburguesa, viendo llover al otro lado de la ventana, llover sin parar, si es que no nieva, y ver la horrorosa imagen de una nube gris plomo que se cierne sobre las frías aguas del mar de Japón que llegan lentas y oscuras hasta las calles del centro de esa ciudad europea.

Lo más irónico es que mucho oriundos de esta remota ciudad europea, muchos vladivostokenses, abandonan la pequeña ciudad de la alejada y fría Rusia para buscar mejores futuros, futuros repletos de silicona y bytes en la grandes perlas de Oriente cercanas a la ciudad: Shanghái y Tokio; ante estas dos la ciudad donde se nace se queda chica y los horizontes van más allá de las vistas del puerto.

Entonces, estáis cordialmente invitados a Vladi…. Digámosle así por un helado cariño. Pueden ir en el 2022 cuando, para reafirmar el poderío de la nación sobre su vasto territorio, será una segura sede de algunos partidos del que será el más frío de los mundiales de fútbol, aunque sea en junio.