martes, 6 de agosto de 2013

ADELANTO DEL LIBRO FRANZ KAFKA Y LA PARÁBOLA

Les comparto el primer capítulo de mi próxima publicación, totalmente libre para descargar y leer en Scribd.

¡¡¡¡Gracias!!!


http://es.scribd.com/doc/158533956/FRANZ-KAFKA-Y-LA-PARABOLA

viernes, 5 de julio de 2013

Extracto de mi tesis Franz Kafka y la parábola (año 2009)

           
El vendedor ambulanteJerónimo Bosch, El Bosco, circa 1494.
       Kafka parece haber puesto en manos de lo inconcebible e incomprensible gran parte de lo que creó como obra literaria. Cuando recuerdo el Kafka de mis aventuras de lectura juveniles no puedo dejar de recordar que nada más existía para mí el acto mismo de leer a Kafka; eso era lo que hacía que su lectura fuera placentera. No era lo verosímil de sus situaciones, no eran los grandes datos de cultura general que captaba en sus escritos lo que me atrapaba. Lo que hacía lo anterior no era que lo que leía me hablara de mi mundo, era tal vez porque me hablaba de algo inefable, de algo inaprensible. Si alguien me preguntaba, cuando me veían leer entusiasmado leer sus cuentos y novelas, de qué trataba, yo no podía más que recordar un cúmulo de nombres, de miedos, de situaciones inverosímiles sin referencia inmediata en el mundo circundante, pero que constituían una galaxia que brillaba en medio de un universo literario que hacía que una de las estrellas que se situaban en un punto de aquella galaxia no pudiera apagarse jamás, precisamente porque no se sabía en qué consistía el extraño brillo de su existencia. Así era la obra de Kafka.

martes, 28 de mayo de 2013

Do we shape cities? o Do cities shape us?

Nunca publico cosas de otros autores, pero este tráiler me motiva un montón, sobre todo por la pregunta anterior.

Tráiler, película Tokyo.




viernes, 30 de noviembre de 2012

Sobre el egoísmo de no vernos

Las ciudades nos condenan a no vernos, las ciudades no condenan a ser anónimos tenazmente, las grandes ciudades no hacen más que corroborar que no nacimos para ser populares, las ciudades lo que hacen es mostrar que somos rutinarios y que sólo nos impacta lo lejano, lo prohibido, lo inaccesible.


Una noche en Bogotá, un bus sin compañía hacia Medellín, un desayuno anónimo en la terminal, dos mujeres bellas en un bus, un almuerzo improvisado en Rionegro, un avión anónimo allí mismo, una tarde en Cartagena y una mal recibiendo sin amor, todo en un día, me lo dijo.

 ¿Cuántos rostros vemos a diario que no volveremos a ver?, ¿cuántas sonrisas veremos a diario cuyos dientes jamás volveremos a ver?, ¿cuánta gente se roza con nuestra vida que nunca más se volverá a cruzar por nuestro camino? Todos los que queramos. Lo peor es que los que tenemos cerca, lo que es íntimo, también es susceptible de hacer todo lo anterior. Muestra que adoramos lo postizo, muestra que preferimos que nos mientan a que nos digan la verdad. Nos corrobora que vivimos con desconocidos y que muchas veces nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, no son más que seres que comparten nuestros genes por suerte, pero que apenas empezamos a conocer.

Lo familiar es aquello que se aleja de nosotros; lo más lejano a nosotros al mismo tiempo es lo más familiar. Nada más podemos que adorar lo que no vemos, nada más podemos desear lo que nunca tendremos, lo que tenemos todos los días es demasiado normal como para que ocupe nuestras preocupaciones. Estamos cerca de que/quien tan sólo queremos olvidar. Somos seres condenados a la soledad, al olvido, al polvo, a lo intemporal, a la falta de memoria, a la transitoriedad, a lo que pasa, a las hojas que hace el viento que se caigan de los árboles, por viejas, somos mucho menos que un tronco que flota con la corriente de un río hacia lo anónimo del mar. Nos iremos de esta ciudad, nos iremos de todo, nos largaremos de todos.

martes, 4 de septiembre de 2012

La ciudad más asombrosa de Colombia


La ciudad más asombrosa de Colombia, y la más colombiana también, podría ser Medellín, capital del departamento de Antioquia. Será por eso que muchos extranjeros no se pierden la oportunidad de pasar por esta ciudad cuando vienen por acá: conocer de cerca los barrios hechos por un capo, un capo que no se conformó con meterle una bomba a un periódico y al Das, sino que quiso marcar una ciudad con casas y casas hechas por él mismo, uno va pasando y le dicen: “mira, ese es el barrio de Pablo”. 

  Otros foráneos van por seguir los pasos y las pistas de Fernando Vallejo, el más inconforme escritor colombiano de los últimos años. Por ejemplo, vi a varios extranjeros buscando el salón Versalles en Junín, presente en La Virgen de los Sicarios. Pero, además, también verán mujeres bonitas en el metro; verán eso tan colombiano de mezclar la opulencia con la miseria (algo que un amigo me dijo que se ve también en Río de Janeiro): fue asombroso ir montado en la capsula del metrocable viendo la miseria de los patios de las casas del noreste de Medellín.

Pero también entenderán una cosa que hace una gran parte de lo colombiano: ser un país de montañas, y en Medellín es evidente. En su superficie se nota el afán por hacer nuestras las montañas, una pelea real cuando nos damos cuenta de que poblar las montañas ha sido un afán nuestro desde la misma Colonia, un afán emprendido por los conquistadores y aceptado por nosotros sin protesta. 

Pero, además, Medellín también es Colombia por la manera en que se pobló el valle de su río: no hubo mucho espacio, pero, como sea, todo cupo en los estrechos kilómetros planos que hay entre cordillera y cordillera. Eso sin mencionar los kilómetros de casas y casas que se aprisionan unas sobre otras. ES ASOMBROSO. Es una de las pocas ciudades del mundo donde la carretera en las que vas en bus está a la altura de los segundos pisos de las casas. 

 Aun así, es una ciudad donde hierve la cultura en mayúscula, las letras y las ganas de salir adelante. Debo decirlo: me encantó.

 Pregunta: ¿por qué si en la costa teníamos tanto terreno para construir, por qué Barranquilla no es más grande?

lunes, 4 de julio de 2011

GUÍA DEL TINTO CALLEJERO EN COLOMBIA

Nota importante: en Colombia, el país de las tres cordilleras y de los dos mares, razón que hace que sea muy proclive a los temblores de tierra y a los paseos a tierra caliente, se le llama “tinto” a un café negro, por lo general servido en pequeños vasitos desechables, que, por favor, no vaya a tirar en las calles, aunque las canecas no sean muchas y tenga que caminar muchas cuadras hasta encontrar alguna, repleta de basura hasta el tope.

Después de haber estado muy lejos en estas ciudades visibles, por allá en Rusia Oriental, volvemos a la tierrita, a hablar de Colombia, esta vez para compartirles Una guía para el tinto callejero en Colombia, la cual será de mucha utilidad para todos los turistas que nos visitarán por esta copa mundial sub-20 que se aproxima o también para los nacionales que cambian de ciudad por algún motivo laboral o de viajes internos. Deben saberlo, comprar un tinto en la calle es un verdadero placer que puede usted degustar con sólo un decimo de un dólar en cualquier calle de mi país. Aquí va la guía.

EL TINTO CALLEJERO EN BOGOTÁ D.C.

El tinto callejero en Bogotá es el que presenta la mayor cantidad de parafernalia: sus vendedores son los más organizados del país y los podrá ver usted por las calles con uniforme y todo, con un tanque enorme en la espalda, que le quema la columna vertebral de a poco, o con su debido carrito donde lleva más de una variedad de café y otras bebidas calientes: tinto, aromática, maicena (es una bebida de fécula de maíz con leche) y pericos (no se asuste, se dice que Colombia puede ser llamada Cocalombia, pero no es este el caso, se trata de un café con leche pequeñito, que no sé a quién se le ocurrió bautizar con este nombre). Entonces, como decíamos, con la descripción anterior, ya sabrá usted identificar quién vende tintos, el cual es el primer paso para que lo compre.
El tinto callejero de Bogotá puedo certificar que es el peor del país. Lo digo con toda la autoridad al respecto, porque lo primero que hago al llegar a cualquier ciudad es mi país es probar el tinto callejero. El de Bogotá es aguao (es decir, tiene mucha agua y poco café) y se les da la malísima idea a sus productores de endulzarlo con panela. Lo peor es que es endulzado a priori, sin saber si la cantidad de dulce con la que queda es la ideal para la persona que lo va a tomar. Si no es endulzado con panela, lo endulzan con azúcar en algunas ocasiones, pero por lo general el dulce con el que queda no es el mejor, además, hace que los diabéticos no se puedan tomar un tintico porque ya tiene azúcar.
Hay que decirlo: el tinto callejero en Bogotá está pordebajeao y, si lo analiza bien, los amigos “bien”, aquellos que frecuentan Juan Valdez, verán mal que usted tome tinto en la calle. Pero, si usted es un buen turista o visitante nacional, por favor, debe tomar tinto en la calle, es como comer comida callejera es La India, es una experiencia que hace que el viaje valga la pena. Otra razón por la cual esta experiencia puede estar pordebajeada es por la abundancia de cafés en la ciudad de Bogotá, cosa que no pasa en otras ciudades del país. No deje de hacer una cosa por otra: vaya y tómese un tinto en un café (será una buena experiencia), pero también tómese otro callejero, verá los contrastes de este país con su propia boca.
DÓNDE TOMARLO: En la Séptima con Parque Santander, tenga cuidado con otros pedidos.
CUÁNTO CUESTA: de 300 a 600 pesos (menos de un cuarto de dólar le alcanzará), si va a un café el tinto le costará un poco más de un dólar.
RANKING DEL TINTO EN BOGOTÁ: ★★ ☆☆☆ (sólo dos estrellas).
Esperen pronto la guía para Cartagena de Indias, Medellín, Barranquilla y Santa Marta.

martes, 10 de mayo de 2011

LA CIUDAD MÁS EXTRAÑA DEL MUNDO

La ciudad más extraña del mundo puede ser Vladivostok, en el alejado territorio de Primorsk en Rusia, en un sitio llamado Bahía del Cuerno de Oro. Se encuentra a más de 7000 kilómetros de su capital (me pregunto si sus citadinos se sienten representados por el poder centralista, como puede pasar en Colombia). Además, las fronteras están tan cerca de la ciudad que, no sé porqué lo presiento, influyen en la personalidad de ésta: China (óigase bien, nada más y nada menos que esa maricadita) a menos de 100 kilómetros; Corea del Norte, paraíso comunista, a menos de 150; y Japón, paraíso consumista, a menos de una hora en avión o menos de quince horas en barco.

Lo peor es que, parece, ese pedazo de Rusia es Europa (de la manera en que Rusia lo puede ser o díganme si conocen a alguien que vaya a Rusia y no diga que “viaja a Europa” o díganme si Dostoievski y Tolstoi no son autores europeos, de los mejores y menos aburridos), y los chinos van a trabajar a la ciudad, y los coreanos norteños también, con el fin de sentir un poco la calidez del occidente europeo. No sé cómo se puede pensar esto, estando en la ciudad, después de una jornada de trabajo, siendo un obrero oriental mongoloide que trabaja en una ensambladora de autos en Rusia o en una inmensa y espantosa empresa de metales, sentado en un Mc Donalds, comiendo una espantosa hamburguesa, viendo llover al otro lado de la ventana, llover sin parar, si es que no nieva, y ver la horrorosa imagen de una nube gris plomo que se cierne sobre las frías aguas del mar de Japón que llegan lentas y oscuras hasta las calles del centro de esa ciudad europea.

Lo más irónico es que mucho oriundos de esta remota ciudad europea, muchos vladivostokenses, abandonan la pequeña ciudad de la alejada y fría Rusia para buscar mejores futuros, futuros repletos de silicona y bytes en la grandes perlas de Oriente cercanas a la ciudad: Shanghái y Tokio; ante estas dos la ciudad donde se nace se queda chica y los horizontes van más allá de las vistas del puerto.

Entonces, estáis cordialmente invitados a Vladi…. Digámosle así por un helado cariño. Pueden ir en el 2022 cuando, para reafirmar el poderío de la nación sobre su vasto territorio, será una segura sede de algunos partidos del que será el más frío de los mundiales de fútbol, aunque sea en junio.